Un hombre que regularmente asistía a un grupo dejó de participar en sus actividades sin previo aviso.
Después de algunas semanas, el líder del grupo decidió visitarlo. Era una noche muy fría.
Encontró al hombre en su casa, solo, sentado frente al hogar donde ardía un fuego brillante y acogedor. Anticipando la razón de su visita el hombre dió la bienvenida al líder, lo invitó a sentarse junto al fuego y permaneció quieto, esperando.
El líder aceptó la invitación y, sin decir palabra, se sentó confortablemente.
En silencio contemplaba la danza de las llamas en torno de las brasas de leño que ardían.
Al cabo de algunos minutos, siempre en silencio, el líder seleccionó la más incandescente de todas y la separó del resto de las brasas ardientes. Se acomodó en su silla y permaneció callado.
El anfitrión prestaba atención a cada uno de sus actos con fascinación y quietud.
Observó así como la llama de la brasa solitaria disminuía hasta apagarse de una vez.
En poco tiempo, lo que antes era una fiesta de luz y calor ahora no pasaba de ser un carbón cubierto de cenizas.
Ninguna palabra fue dicha desde el protocolar saludo inicial entre los dos hombres.
El líder se incorporó aprestándose a salir. Tomó entonces el trozo de carbón colocándolo nuevamente en medio del ardiente fuego. Casi de inmediato volvió a encenderse alimentado por la luz y el calor de las brasas ardientes en torno a él.
Ya en la puerta y antes de que el líder se retirara dijo el anfitrión:
– Gracias por tu visita y el hermoso mensaje; muy pronto estaré de regreso junto al grupo.
(Extraído del libro “El arte de soplar brasas”de Leonardo Wolk)
De este cuento se pueden extraer dos puntos importantes, el primero se enfoca en lo que significa la importancia del trabajo en equipo y por el otro que no existe mejor aprendizaje que el que se realiza con ejemplos sencillos .
Espero hayas disfrutado del cuento!
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Te dejo un afectuoso saludo!
Lic. Sonia Grotz