Y un día cualquiera un profundo y quieto silencio se instaló entre nosotros.
Y mis palabras se agolpaban en mi cabeza pero no se atrevían a entrar en contacto con el aire.
Y así poco a poco fueron desapareciendo hasta de mis pensamientos.
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Y me fui acostumbrando a tu ausencia, siempre tan presente.
Inevitablemente en momentos de tranquilidad, una leve y lejana sensación de antiguas risas y palabras compartidas, muy nuestras, suelen hacerme compañía.
Esas mismas palabras y risas, que con el correr del tiempo se han transformado en solo mías.
Septiembre de 2013,
Sonia Grotz